sábado, 14 de febrero de 2009

Miguel: el canillita optimista


Por Edsel Suluco Cienfuegos.


Trujillo. Se llama Miguel y en sus ocho años se encierra una mirada desolada, sin horizonte, pero donde hay espacios para alegría y el entusiasmo. Todos los días su mamá lo levanta para que salga a vender periódicos. Y obedece, aunque en su estomago no lleve ni un mendrugo de pan.

Recién a las 10 de la mañana, cuando regresa de vender una decena de diarios, su mamá le sirve su desayuno. ¡Pero qué desayuno! Es apenas una taza de café y un pan que come apurado, pues inmediatamente tiene salir raudamente a terminar de vender los diarios, pues lo que recaude tendrá que entregarlo todo a su progenitora.

A las 6 y media de la mañana sale de su casa en la cuadra 4 de la avenida Hermanos Ángulo en la parte alta de El Porvenir. Recoge su periódico y empieza a vender en todo del distrito.

HUÉRFANO
Miguel es un niño huérfano de padre y tiene dos hermanos que son: José (13) y Efraín (11). El primero ya es un pequeño zapatero, heredero de la tradición del oficio por excelencia en la Capital del Calzado. Su segundo hermano trabaja cargando bultos de un carro a otro y su mamá, Anita, vive para las labores de la casa y para conseguir unos soles tiene que lavar ropa de los vecinos.

Miguel dice tener otro hermano, pero no se acuerda de su nombre, porque vivía en otro lugar. Mientras toma en sus breves manos el vespertino Satélite, le preguntamos: ¿Donde almuerzas? “Yo no almuerzo, solo cuando alguien me invita, sino tengo que esperar a llegar a mi casa, como a las 6 de la tarde, cuando termino de vender y mamá me dice descansa y de un rato me da mi lonche que es un café y un pan para irme a dormir”, responde y nos invade una pena muy honda. ¿Cuántos niños como Miguel habrá en el Perú? Y mañana tiene que repetir la misma faena de vender los diarios y sobrevivir en este país de extremas diferencias.

Una vez tuvo una pelea con un señor atrevido que le levantó la mano y que golpeó la parte lateral de su vista izquierda, dejándosela roja y por lo que aún no puede ver muy bien.

Desde Satélite hemos gestionado para que el Club de Leones le ayude a través de su centro oftalmológico y pueda tener una vida sana.

El entusiasta y animoso niño vende sus periódicos en la comuna porvenireña y se gana la confianza de los funcionarios, que le compran su Satélite para informarse de lo acontecido del día.

Hay un momento en que me comenta que no tenía ni jabón para lavarse la cara ni un cepillo para lavarse sus dientes y que el dinero que recauda es solo para darle a su mamá y así ayudar a sus demás hermanos.

Nos pregunta: ¿Cuándo podemos salir para pedir permiso y salgamos a pasear? No sabemos qué responder. Debemos tener mucha responsabilidad a la hora en que vamos a traer un niño al mundo para que pueda disfrutar del amor y el cariño de los padres.

Es muy triste ver cuando el niño llega a la mesa de un restaurante y lo despiden porque llega con sus pies y su ropita sucia vendiendo su periódico.

Ahí queda Miguel, con su sonrisa, con su polo rojo de Mickey Mouse y sus sueños de superarse, sorteando toda clase de vicisitudes. Rogamos que un día sea un ciudadano ejemplar y que volteé esta página dolorosa de la existencia que le tocó vivir.

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